19/11/10


El viernes nueve de julio aconteció la noche más bonita del año. Todó parecía estar en su sitio, ni una sola pincelada de color desentonaba en el lienzo del transcurso de las horas de aquel día. Como si todavía fuera la primera vez, al verle, sentí ganas de besarle, muchas ganas. 



¿Qué flores habían sido antes transparentes? Los pétalos de mi existir no lo son, ni lo serían desde el momento en el que él formó parte de mi vida por siempre jamás.Un embarcadero con láminas de madera humedecidas por el mar, un manto de estrellas dormidas, dos jóvenes con mochilas y una toalla. Toda una noche se presentó ante ellos y hasta el más inimaginable de los desos se habría cumplido. Todo y nada, nada y nadie. La fluidez de las largas miradas guió a nuestras manos creando caricias inimaginables.
Tú, mi palabra y persona favorita, eres la razón de que quiera hablar con el viento y hacer correr la voz de que una insignificante perona en un apenas conocido recodo del mundo con ambiciones mediocres para el gigante Dinero, es feliz.
Contigo, hasta el trastero y más allá.

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